Marzo, día 8, declarado en 1977 por Naciones Unidas como Día Internacional de la Mujer Trabajadora; día de conmemoración, de reivindicación. Han pasado 30 años, las exigencias varían.
Cierto que aún quedan metas que alcanzar en el mundo laboral, pero cada vez más debe tomarse conciencia de otros problemas que la mujer de hoy debe enfrentar, como consecuencia del empeño en obtener un trabajo remunerado, un desarrollo profesional.
Una de las cuestiones más importantes para el desarrollo personal de una mujer, o de la
mayoría de las mujeres, radica en la elección trabajo o maternidad. Hay quien se atreve a hechar en cara que hay que elegir “prioridades”, como si conociera la circunstancia íntima de cada pareja a la hora de concebir un hijo. Prioridad es estar preparado para enfrentarse a un mundo laboral cada vez más competitivo; prioridad es disponer de un buen empleo con el que vivir; prioridad es tener una vivienda digna; prioridad, sin duda, es tener hijos y tener los medios económicos suficientes y el ambiente adecuado para proporcionarles una vida justa.
La edad a la que una mujer es madre por primera vez ha variado sustancialmente. Nuestras madres tenían su primer hijo alrededor de los 20 años, y desde hace algún tiempo las mujeres no deciden tener su primer hijo hasta los 30 o más años. Es lógico, las mujeres estudian, van a la universidad, se forman para desarrollar una profesión. Cuando han completado su formación son conscientes de las exigencias a las que se han de enfrentar para obtener un puesto de trabajo, y lo difícil que será conjugarlo con las responsabilidades que entraña la crianza de los hijos.
Sin embargo, el denominado “reloj biológico” no ha variado; los años de fertilidad siguen siendo los mismos. Aunque el tiempo en que es posible concebir sea de una media de treinta años, las condiciones no son las mismas durante todo el periodo: las posibilidades de quedar embarazada se reducen y el riesgo de complicaciones aumenta con la edad. Cuando la mujer comienza a plantearse la maternidad, apenas le queda tiempo para tener más de un hijo.
Pero ¿qué ocurre cuando la mujer tiene problemas para concebir? Los recursos públicos son limitados y para su optimización se establecen protocolos de actuación; en ellos se incluyen motivos de exclusión que impiden recibir un tratamiento de reproducción asistida cuando una mujer ya ha sido madre o ha cumplido determinada edad.
No existe una razón biológica para ser descartada como “candidata a ser madre” por el mero hecho de cumplir 40 años y posiblemente esté al alcance de quien pueda pagar el tratamiento en una clínica privada. Lo que supone una exclusión de la sanidad pública es cuestión de probabilidades que convierte las aspiraciones a la maternidad de una mujer en una cuestión de rentabilidad económica, aún cuando esas aspiraciones no son mero deseo sino un problema de salud que debería estar debidamente tratado.
Tal vez en este 8 de marzo, y en los sucesivos, la mujer también debería reivindicar que no se le prive de tratamiento médico, marcándola con un «no rentable» por haber cumplido 40 años en su intento de ser o volver a ser madre. |